Cuatro meses de reporteo en el barrio Providencia, dan cuenta de lo que es realmente esta comuna durante las 24horas del día.
A continuación, un pequeño viaje por sus calles.
A continuación, un pequeño viaje por sus calles.
Punto de quiebre | 12:23 |
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En un día cotidiano en Providencia y el calor, como se ha hecho de costumbre, es insoportable. La gente camina con un rumbo fijo, sin embargo, en la esquina de 11 de Septiembre con Ricardo Lyon, para muchos el día cambia de dirección. Reencuentros, enojos y alegrías.
Son las cuatro de la tarde y el sol pega más fuerte de lo habitual. Como todos los días, se encuentra, don Ricardo. Es ciego, y cada tarde se gana la vida tocando su flauta cuanta canción se le ocurra. Está sentado en un piso y tiene amarrada una caja de las monedas en la cintura. La gente pasa y se detiene a esperar la luz verde para poder cruzar. Mientras esperan, una que otra mujer vestida de oficina se queda mirando al flautista, sonriendo y sacan de su cartera una moneda. Entonces la dejan caer en su caja. Cuando el ciego se da cuenta y da las gracias. Sacude su flauta y toca otra melodía.
Hace mucho calor y, las personas se ven incómodas. Muchos pasan con botellas de agua en la mano, otros toman helado y algunos van echándose aire con un papel. Todo sirve para capear el calor.
Repentinamente, la cantidad de gente que transita por 11 de Septiembre con Lyon aumenta. Son las cinco de la tarde y, para muchos, es hora de salida de sus trabajos. Dos hombres vestidos de terno, conversan y ríen mientras caminan. De pronto, saludan a otro hombre más que va caminando en dirección contraria a ellos. Así, los tres siguen el mismo rumbo.
El semáforo está en rojo, y una mujer que espera para cruzar, lleva un coche. Más atrás, un ni o de aproximadamente cinco a os, la sigue. La luz verde se pone y las personas caminan apuradas. El ni o se pierde entre la multitud y no alcanza a su mamá. La luz verde del semáforo ya se puso y la se ora no puede cruzar. El ni o aún no llega a sus brazos. Cuando la alcanza, la se ora lo toma fuertemente de la polera, le dice algunas cosas. La expresión de la cara del ni o es de susto y ella le toma la mano. Las lágrimas del ni o, caen por sus mejillas.
Son las cuatro de la tarde y el sol pega más fuerte de lo habitual. Como todos los días, se encuentra, don Ricardo. Es ciego, y cada tarde se gana la vida tocando su flauta cuanta canción se le ocurra. Está sentado en un piso y tiene amarrada una caja de las monedas en la cintura. La gente pasa y se detiene a esperar la luz verde para poder cruzar. Mientras esperan, una que otra mujer vestida de oficina se queda mirando al flautista, sonriendo y sacan de su cartera una moneda. Entonces la dejan caer en su caja. Cuando el ciego se da cuenta y da las gracias. Sacude su flauta y toca otra melodía.
Hace mucho calor y, las personas se ven incómodas. Muchos pasan con botellas de agua en la mano, otros toman helado y algunos van echándose aire con un papel. Todo sirve para capear el calor.
Repentinamente, la cantidad de gente que transita por 11 de Septiembre con Lyon aumenta. Son las cinco de la tarde y, para muchos, es hora de salida de sus trabajos. Dos hombres vestidos de terno, conversan y ríen mientras caminan. De pronto, saludan a otro hombre más que va caminando en dirección contraria a ellos. Así, los tres siguen el mismo rumbo.
El semáforo está en rojo, y una mujer que espera para cruzar, lleva un coche. Más atrás, un ni o de aproximadamente cinco a os, la sigue. La luz verde se pone y las personas caminan apuradas. El ni o se pierde entre la multitud y no alcanza a su mamá. La luz verde del semáforo ya se puso y la se ora no puede cruzar. El ni o aún no llega a sus brazos. Cuando la alcanza, la se ora lo toma fuertemente de la polera, le dice algunas cosas. La expresión de la cara del ni o es de susto y ella le toma la mano. Las lágrimas del ni o, caen por sus mejillas.